miércoles, 29 de abril de 2009

"UN PENSAMIENTO".

En un rincón de mi mente estaba aquel pensamiento. Escondido. Esperando su momento.
Pasaba desapercibido. Junto a él corrían y volaban infinidad de ideas y ninguna de ellas se
percataba de su presencia, porque cada cual iba a lo suyo.

Allí esperaba, tranquilo, a que me acordase de él y le dedicase un poco de
tiempo. ¿Qué contenía en sí?... Ya casi ni me acuerdo. Hace tiempo, pensé y lo creé,
dándole forma, dándole un sentido. Y allí se quedó, porque me olvidé de su existencia.

Sin embargo, una tarde tenía ganas de pensar. Y me puse a pensar. Recorrí cada
rincón de mi mente buscando algo en que pensar. Y recordé que tiempo atrás había
pensado en algo que olvidé y que allí estaba, en un rincón concreto de mi mente.

Con entusiasmo, retomé aquel pensamiento y me recreé en él. Lo viví y lo
disfruté durante un largo rato, hasta que decidí volver a guardarlo. Hasta otra ocasión en
que me apetezca hacer uso de él.

Y allí quedó de nuevo aquel pensamiento. En un rincón de mi mente. Escondido.
Esperando su momento. Con una gran esperanza depositada en el hecho de que, tal vez en
un futuro no muy lejano, me volviese a acordar de él. Y que vuelva a recrearme de nuevo,
en él. Pero eso... será otra historia.

Gonzalo Bautista León, Junio de 2003

martes, 14 de abril de 2009

"ERA NOCHE CERRADA".

Era noche cerrada.
Apenas podía ver nada tras la ventanilla del avión.
Ahí fuera, había un mundo oscuro, lleno de incógnitas.

Tímidamente, una fina línea anaranjada iba marcando el horizonte, lejano, difuso.
Mis ojos se iban deleitando con la gratificante imagen que lentamente se formaba en la lejanía.
El cielo, se aclaraba por momentos, entre tonos oscuros y azulados, que se tornaban verdosos, amarillos, anaranjados y rojizos, según dirijía mi mirada hacia donde se tocaban cielo y tierra.

Nubes difusas, jugaban a merced de los vientos, formando caprichosos dibujos de formas cambiantes.

Por debajo de mí, ya se distinguía la blanquecina espuma de las olas del océano, rompiendo en las rocas de la costa, dejando un bello rastro que dibujaba una tortuosa línea zigzagueante en constante movimiento.

Titilantes puntitos amarillosos, destelleaban dispersos entre las montañas y los valles, entre las que se podían ver pequeñas casitas rústicas solitarias.

Mi mente, vagó de forma gratificante, recreándose en la sutil belleza del paisaje.
Una visión desde las alturas, volando entre las nubes, y disfrutando como si por unos breves instantes, fuese un ave, en su discreto planear, ajeno a los problemas de lo cotidiano.

Texto: Gonzalo Bautista. (Marzo/09).