En un rincón de mi mente estaba aquel pensamiento. Escondido. Esperando su momento.
Pasaba desapercibido. Junto a él corrían y volaban infinidad de ideas y ninguna de ellas se
percataba de su presencia, porque cada cual iba a lo suyo.
Pasaba desapercibido. Junto a él corrían y volaban infinidad de ideas y ninguna de ellas se
percataba de su presencia, porque cada cual iba a lo suyo.
Allí esperaba, tranquilo, a que me acordase de él y le dedicase un poco de
tiempo. ¿Qué contenía en sí?... Ya casi ni me acuerdo. Hace tiempo, pensé y lo creé,
dándole forma, dándole un sentido. Y allí se quedó, porque me olvidé de su existencia.
Sin embargo, una tarde tenía ganas de pensar. Y me puse a pensar. Recorrí cada
rincón de mi mente buscando algo en que pensar. Y recordé que tiempo atrás había
pensado en algo que olvidé y que allí estaba, en un rincón concreto de mi mente.
Con entusiasmo, retomé aquel pensamiento y me recreé en él. Lo viví y lo
disfruté durante un largo rato, hasta que decidí volver a guardarlo. Hasta otra ocasión en
que me apetezca hacer uso de él.
Y allí quedó de nuevo aquel pensamiento. En un rincón de mi mente. Escondido.
Esperando su momento. Con una gran esperanza depositada en el hecho de que, tal vez en
un futuro no muy lejano, me volviese a acordar de él. Y que vuelva a recrearme de nuevo,
en él. Pero eso... será otra historia.
Gonzalo Bautista León, Junio de 2003